Autocrítica y salud: desciende la tasa de mortalidad en hospitales abiertos a la autocrítica

Un estudio realizado en Gran
Bretaña muestra que las tasas de mortalidad disminuyen cuando los equipos de
profesionales pueden discutir más abiertamente los errores cometidos y proponer
soluciones colectivas.

La imagen del médico autoritario
e inapelable, de un Dr. House que nunca se equivoca o, al menos, nunca acepta
sus errores, es terriblemente negativa para la salud de sus pacientes. Esta es,
al menos, la conclusión a la que llegó un estudio realizado en 137 centros de
salud británicos, llevado a cabo por dos especialistas en gestión de la salud.

La investigadora principal,
Verónica Toffolutti, diseñó un estudio en el que compara la “apertura
hospitalaria” y las tasas de mortalidad de cada centro. El nivel de “apertura
hospitalaria” se mide según la libertad que tiene el personal médico y no
médico para hablar si ven algo que puede ser negativo para un paciente y para
cuestionar las decisiones del personal superior si no está de acuerdo. Aunque
ya se había mostrado el impacto positivo de la apertura en la seguridad de los
pacientes y la comprensión del tratamiento, es la primera vez que se comprueba
su relación con las tasas de mortalidad.

Tomando datos de mortalidad de
2012 a 2014, las investigadoras administraron una encuesta para medir la
apertura hospitalaria en 137 centros, lo que les permitió alcanzar dos
resultados destacados. El primero es que por cada punto que aumenta la apertura
hospitalaria, la tasa de mortalidad desciende 6,48 puntos, lo cual indica que
el impacto es muy alto. El segundo es que la apertura hospitalaria está
creciendo, al menos en Inglaterra, puesto que pasó de un promedio de 13,63
puntos en 2012 a 16,49 en 2014.

 Aislando los componentes de la apertura
hospitalaria, el más importante es la existencia de buenos procedimientos
internos para comunicar errores e incidentes. Esto permite que la
responsabilidad por los errores sea también compartida, dejando de ser una
enorme presión sobre el individuo para ser parte de las funciones y
responsabilidades institucionales.                

Vale la pena, entonces,
fomentar una cultura institucional de la apertura y la confianza, en orden a
mejorar los resultados y disminuir la presión y el estrés sobre los individuos.


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