¿Cuáles son los síntomas del Alzheimer?

Casi
todos tenemos algún familiar o conocido que padeció o padece el mal de
Alzheimer.


El Alzheimer es la forma más extendida de
demencia, es decir, de la pérdida -progresiva pero inexorable- de habilidades
intelectuales que interfieren directamente con la autonomía y calidad de vida
de quien lo padece. Como en la mayoría de los casos los pacientes viven con
algún familiar, la enfermedad afecta indirectamente a las personas cercanas, y
es tan importante el tratamiento de quien la padece como el acompañamiento de
sus seres queridos.

Aunque afecta principalmente a personas de edad
avanzada, no se trata de una consecuencia normal de la vejez, sino que tiene
causas que, a pesar de la investigación existente hasta el momento, todavía no
han sido descubiertas.


Un poco de historia


Aunque ya desde la antigüedad se asoció la vejez
y la demencia, no fue sino hasta 1906 que se realizó el primer diagnóstico de
este mal. El doctor Alois Alzheimer venía siguiendo desde 1901 el caso de una
mujer de 51 años que presentaba una serie de síntomas peculiares: inexplicables
celos de su marido, pérdida de memoria, paranoia, desorientación en tiempo y
espacio, delirios y alucinaciones. Al morir la paciente, Alzheimer realizó un
examen de su cerebro y descubrió alteraciones muy características en el
citoesqueleto, responsable del mantenimiento de la estructura celular. A raíz
de la publicación de sus resultados, inmediatamente comenzaron a reportarse
casos similares y la enfermedad fue bautizada con el nombre de su descubridor.

Hasta mediados de la década de 1970, el
diagnóstico estaba reservado a casos de personas mayores de 45 años, porque se
consideraba que era un efecto del envejecimiento. Sin embargo, se ha
descubierto que su presencia no es producto de la edad, y que puede observarse
en cualquier persona que presente la sintomatología característica.


¿Cuáles son sus síntomas?


La enfermedad se desarrolla a lo largo de tres
etapas. Es importante conocerlas y prepararse, tanto para una detección
temprana de la enfermedad como para un cuidado correcto del paciente.

– La primera etapa suele pasar desapercibida,
puesto que se trata de pequeños signos que pueden confundirse con indicadores
de stress o simples distracciones:

o Pequeños olvidos, fundamentalmente vinculados
a la vida cotidiana, como no recordar dónde están las llaves o la billetera.

o Pérdidas de la noción del tiempo, que se
pueden manifestar en un paseo que se consideró cortó pero en realidad duró
varias horas.

o Desorientación espacial, incluso en lugares
conocidos; por ejemplo, la persona puede salir a realizar un trámite y perderse
en el camino de regreso.

– En la etapa intermedia estos síntomas se hacen
más frecuentes y evidentes. Las personas afectadas:

o Olvidan acontecimientos recientes, incluso los
nombres de personas más o menos cercanas.

o Se desubican en su propio hogar, y no lo
reconocen.

o Tienen dificultades cada vez más importantes
para comunicarse con los demás.

o Necesitan ayuda para su limpieza personal.

o Sufren cambios de comportamiento; pueden
empezar a vaciar todos los cajones de un armario o preguntar una y otra vez lo
mismo.

– Finalmente, la etapa tardía se caracteriza por
una dependencia total de los demás, incluyendo síntomas físicos, además de los
mentales:

o La desubicación espaciotemporal es constante.

o No reconoce a familiares y amigos cercanos o
los confunde con otras personas.

o Tiene dificultades para caminar y moverse.

o Las alteraciones bruscas de ánimo y
comportamiento pueden incluir agresiones hacia sus seres queridos.


¿En
qué se ha avanzado?


Aunque hay muchas investigaciones al respecto,
tendientes sobre todo a mejorar el diagnóstico temprano de la enfermedad, la verdad
es que sigue siendo una enfermedad sobre cuyas causas no hay consenso, que es
incurable y terminal.

Los tratamientos actuales son mixtos, incluyendo
medicación e intervenciones psicosociales. En ambos casos, se busca mitigar lo
más posible los efectos de la enfermedad en el paciente y en quienes lo rodean.
Sabiendo que no se podrá curar, estas estrategias están orientadas a mejorar la
calidad de vida y tratar de preparar mejor a todos los involucrados para el
avance de la enfermedad.

Por eso es importante, además del tratamiento
del paciente, cuidar a quienes los cuidan. Existen asociaciones de familiares
de enfermos de Alzheimer que brindan apoyo, información y ayuda para atravesar
el camino difícil de la enfermedad.



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