¿Elegiste tus lecturas para el verano? Te ayudamos

¿Por qué leemos? Para aprender, para mejorar, para relajarnos, para pasar el rato. La lectura es una actividad esencialmente solitaria que no ha cambiado mucho a lo largo de los siglos. Claro: miramos los mails, navegamos una página, chateamos… Pero leer sigue siendo, para la mayoría de nosotros, algo que se hace con un libro.

También es algo que preferimos hacer con todo el cuerpo: aunque pasemos la página con la nariz en un subte atestado, la verdad es que tratamos de encontrar el momento y el lugar para sentarnos, acostarnos o recostarnos y disfrutar tranquilos de un buen libro. Cosa que nunca pasa. Excepto cuando llega el verano.

En las vacaciones queremos hacer todo lo que no pudimos hacer en el año: los amantes del deporte se pasan el día al aire libre; los fanáticos del arte, en los museos. No importa si vamos a la playa o a la montaña, es muy probable que todos llevemos algún libro en el bolso. ¿No tenés lecturas para este verano? Nosotros te ayudamos a elegirlas.

¿Para qué leer?

Son muchos los motivos para hacerlo. Muchas personas no quieren leer literatura porque sienten que “no les sirve para nada”, y prefieren buscar información en los libros, desde divulgación científica hasta autoayuda.

Otros sólo leen literatura; los hay fanáticos de la novela histórica, de la ciencia ficción, de las novelas románticas, de la literatura fantástica. Otros leen cuanto les cae en las manos, desde Ulysses de Joyce hasta la información de un desodorante. En fin, parece que hay tantos lectores como lecturas; en cualquier caso, todos reciben algunos de los beneficios de esta actividad.

Por el lado cognitivo, la práctica lectora nos ayuda a mejorar nuestra concentración, al comprometernos con una única tarea durante un tiempo prolongado, algo que sólo pudimos hacer, como especie, cuando ya no nos preocupó cazar y ser cazados. De allí que los testimonios más antiguos de la escritura se remonten a las tablillas cerámicas sumerias del año 3200 AC.

Para algunos autores, su aparición tan temprana indica, por un lado, cierto grado de confort, puesto que las necesidades de supervivencia se encontraban suficientemente cubiertas y las personas podían dedicarse mucho tiempo a una sola cosa. Por otro lado, sin embargo, la lectura no fue simplemente algo que hicimos al alcanzar un determinado nivel de civilización, sino que también permitió el avance de las culturas que la empleaban: amplió y profundizó nuestra capacidad de abstracción; permitió el desarrollo de razonamientos y argumentos más sofisticados, que la memoria humana no era capaz de reproducir; permitió la transmisión de saberes, leyes y creencias en el tiempo, independizándose de los caprichos y las infidelidades de la tradición oral.

Muchos de estos avances culturales milenarios, que fueron posibles gracias a la lectura y la escritura, son todavía beneficiosos hoy, especialmente a la luz de las investigaciones en neurociencias. Por ejemplo, se ha demostrado que la lectura activa áreas del cerebro que se encuentran asociadas a la experiencia: leer sobre aromas (a café, a jabón, a jazmín) activa el córtex olfativo primario del lector; leer sobre texturas (manos ásperas como una lija, una voz aterciopelada) activa el córtex sensorial; leer literatura erótica…. En otras palabras: el libro es un dispositivo de realidad virtual, que le indica a nuestro cerebro qué sentir, como si lo estuviéramos experimentando realmente.

La literatura nos permite también, paradójicamente, mejorar nuestras habilidades sociales. En un trabajo reciente, el psicólogo Raymond Mar ha señalado que las redes neurales que se activan al leer ficción coinciden en buena medida con las que se emplean para la interacción con otras personas. Esto significa que, al leer, aprendemos a formarnos una idea de las intenciones, deseos y frustraciones de los otros, una habilidad muy importante para la vida cotidiana. El libro permite entrenarnos en estas habilidades, convirtiéndonos en personas más empáticas y flexibles, capaces de comprender mejor a los demás y adoptar diversos puntos de vista.

Vas a escuchar por ahí que leer “te hace más inteligente”, “hace que pienses más rápido”, “mejora tu memoria”. La verdad es que nadie lee una hora diaria por recomendación médica; lo hacemos porque lo disfrutamos y las vacaciones son el momento ideal para darnos el gusto.

Te recomendamos cuatro series literarias

Las librerías explotan con novedades y lanzamientos en esta época del año, esperando colarse entre los regalos del arbolito y el bolso de las vacaciones. Sin embargo, podemos pasar de largo por pilas y pilas de volúmenes porque estamos buscando el nuevo libro de una serie; la nueva entrega de una saga. Nos reencontramos con personajes y escenarios como si fueran nuestros amigos; nos sentimos cómodos otra vez al leerlos y pasear por los lugares habituales. Nos sentimos inquietos, también, por miedo a perderlos, a que cambien, a que se terminen.

Te recomendamos algunas series literarias recientes, aunque no necesariamente nuevas, para descubrir y disfrutar. Total, la escritura permanece, y no pierde el sabor con el tiempo.

Lo exótico: las novelas de Qiu Xiaolong están protagonizadas por el comisario Chen Cao, un policía joven que escribe poesía y recorre la China actual para resolver crímenes. En sus libros se mezclan la trama policial con la poesía china milenaria y la realidad política del país. Aunque todas sus novelas son excelentes, te recomendamos dos: Muerte de una heroína roja (Tusquets, 2012) y El caso Mao (Tusquets, 2011).

Lo humorístico: la saga del detective Etchenike (léase “Echenáic”), del argentino Juan Sasturain, está protagonizada por un policía jubilado y el ex mozo de un bar, que son contratados por personajes más raros que ellos mismos. Más acostumbrados a recibir que a pegar, a pagar cuentas que cobrar sus estipendios, esta pareja ha protagonizado ya cuatro novelas, de las cuales te recomendamos las dos primeras, editadas en conjunto como Manual de perdedores 1 y 2 (Sudamericana, 2001).

Lo fantástico: si te gustan las historias en las que hay guerreros, dragones, religiones exóticas y el fin del mundo está a la vuelta de la esquina, no podés dejar de leer la saga Canción de hielo y fuego de George R. R. Martin. Aunque estés siguiendo la serie televisiva, Game of Thrones (Juego de Tronos), vale la pena entrar en los Siete Reinos de Poniente y conocer a la multitud de personajes, familias, escenarios, historias, alianzas y traiciones. A diferencia de las anteriores, en este caso es fundamental leer las novelas en el orden de su publicación, por lo que te recomendamos que empieces por el primer volumen, Juego de Tronos (Gigamesh, 2002). El autor ha anunciado que la serie constará de siete novelas, aunque hasta ahora sólo ha publicado las primeras cinco.

Lo erótico: no podía faltar, sobre todo cuando 50 Sombras de Grey aparece hasta en las jugueterías. Pero no es esta la trilogía que te vamos a recomendar, sino una mucho anterior: la exquisita serie de novelas que conforman Las leyes de la hospitalidad, del escritor polaco-francés Pierre Klossowski. Su literatura no sólo explora el erotismo, sino también los límites de la sexualidad y la moral contemporánea, generando siempre un efecto intranquilizador al observar las vicisitudes de sus personajes. La primera novela de esta serie, Roberte, esta noche (Tusquets, 1997) forma parte de la sugestiva colección La sonrisa vertical.

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