¿Para qué sirve la kinesiología?

La palabra kinesiología proviene de la combinación de las palabras griegas kinesis (movimiento) y logos (estudio,
tratado) y designa el conjunto de saberes sobre el movimiento humano. Posee tres componentes estrechamente ligados: el físico (desde el que se analizan fenómenos como el equilibrio, o la resistencia), el sistema músculo-esquelético
(que comprende la unión de los huesos, articulaciones y músculos) y el neuromuscular (que atiende a la relación entre el sistema nervioso central y el movimiento).

La kinesiología es mucho más que una solución para el dolor cervical. Se ocupa de mejorar y mantener la capacidad psicomotora, y también de prevenir alteraciones físicas a través del trabajo sobre el movimiento. Esta disciplina complementa la educación del movimiento y su ejercitación con los diversos aspectos biológicos, psíquicos y sociales que necesariamente están involucrados en la capacidad motora del cuerpo. La formación especializada del kinesiólogo le permite intervenir en la recuperación y rehabilitación psicomotora mediante la aplicación de masajes con técnicas específicas y la educación del paciente. Este último aspecto, a menudo desatendido, es central, puesto que trata de la mejora en relación con su postura, la gestión
de movimientos frecuentes y repetitivos en el ámbito laboral, la práctica de deportes, etc. Además, el trabajo del kinesiólogo incluye evitar la pérdida de la movilidad antes que ocurra. Esto implica promocionar y enseñar estilos de vida saludables, diseñar programas de bienestar orientados a mejorar las condiciones de vida e incrementar los niveles de actividad de los
individuos más sedentarios.

La kinesiología en la Argentina: cosa de mujeres

Desde 1950, el 13 de abril de cada año se celebra el “Día del kinesiólogo” en recuerdo de la creación, en 1937, de la
primera Escuela Universitaria de Kinesiología del país, cuyos cursos se dictaban en la Facultad de Ciencias Médicas (hoy Facultad de Medicina) de Buenos Aires.

La historia de la kinesiología en la Argentina comienza, no obstante, mucho antes, de la mano de la primera médica mujer de la Argentina. La doctora Cecilia Grierson se graduó en 1889 en la Facultad de Ciencias Médicas en la Universidad de Buenos Aires, y ya en 1891 era miembro fundador de la Asociación Médica Argentina. En 1897 publicó Masaje Práctico, un libro precursor de la técnica kinesiológica, y entre 1904 y 1905 dictó cursos sobre Gimnasia Médica y Kinesioterapia en la Facultad de Ciencias Médicas, la misma Facultad que en 1894 le había negado el cargo de Profesor sustituto de la Cátedra de Obstetricia para Parteras. En ese entonces, las mujeres no podían aspirar a la docencia universitaria y por eso el concurso público al que se había presentado, con sobrados méritos, fue declarado desierto.

Esta práctica, que en nuestro país lleva más de 100 años y que transita los pasillos de las más prestigiosas universidades, no es un mero complemento de las rehabilitaciones, ni un lujo para los que tienen tiempo de darse un masaje. La práctica de la kinesiología brinda las herramientas necesarias para hacer de nuestro “saco de huesos” el mejor instrumento para una vida plena.


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