¿Qué es el lenguaje inclusivo? Algunos consejos para el uso del lenguaje en el trabajo

Después de tantos debates acalorados, revisamos los
argumentos a favor y en contra de esta polémica innovación lingüística y te
damos algunos consejos para un uso no sexista del lenguaje en los lugares de
trabajo.

Desde
hace unos meses, la opinión pública debate el problema del “lenguaje
inclusivo”, entendido como una propuesta de cambio en el uso del lenguaje que
reemplace las marcas de género binario (masculino/ femenino) por otras, no
binarias. En términos prácticos, esto significa reemplazar, por ejemplo,
“estimados” y “estimadas” por “estimades” cuando se dirija a un grupo
heterogéneo de personas, algunas de las cuales podrían no reconocerse como
“varones” o “mujeres”.

No
hay que confundirlo con la crítica al lenguaje machista (que proponía la “@”
para evitar el masculino neutro en “estimad@s” o “compañeros y compañeras”,
“estudiantes y estudiantas”, “portavoces y portavozas”, etc.), porque ese
movimiento proponía un cambio lingüístico pero desde una idea binaria del
género social. Durante un tiempo se empleó la -x como morfema de género neutro
o indeterminado (“chicxs”) pero tuvo el inconveniente de que se trataba de una
forma escrita que era impronunciable en la oralidad. Las propuestas actuales de
lenguaje inclusivo, en cambio, toman el morfema (más o menos) neutro -e para
reemplazar la -a femenina y la -o masculina. Así, ni “chicas y chicos”, ni “
chic@s ni “chicxs”, sino
“chiques”.

 

¿Cuál es el fundamento de esta propuesta?

Quienes
la sostienen afirman que la manera de hablar condiciona nuestro modo de ver el
mundo. Hay estudios científicos que muestran que el género gramatical incide en
la manera en que evaluamos el género sexual o social a partir de los 3 años,
aproximadamente.

Según un estudio publicado en 2015, nenes y nenas de hasta 3 años identifican
los objetos con su propio género, aún cuando se los nombre en masculino. Así,
cuando las investigadoras les decían “mirá el payasito”, los varones miraban al
payaso varón y las nenas a la payasa mujer. El género gramatical no
condicionaba nada, sino su propio género.

Sin
embargo, a partir de los 3 años, vemos el mundo a través de la gramática de
nuestra lengua, y quienes hablan lenguas diferentes lo ven de maneras
diferentes. En
un experimento de 2002, un equipo investigó a nenes y nenas de
diferentes edades que eran hablantes de alemán, español o inglés. Les dijeron
que iban a hacer una película en la que los objetos cobraban vida y que debían
asignarles voces. Los resultados fueron clarísimos: los hablantes de español le
atribuían una voz masculina al tenedor
y femenina a la cuchara. En cambio,
quienes hablaban alemán le atribuían una voz femenina a la Gabel (tenedor) y masculina al Löffel.

Desde
esta perspectiva, si cambiáramos el sistema de género gramatical binario del
español por uno no binario, podríamos cambiar esta manera de ver el género
sexual (o social) de las personas. Así, la gramática contribuiría al cambio
social, evitando la discriminación para quienes no se identifican como “varón”
o “mujer”.

 

¿Qué afirman quienes critican la propuesta?

Las
críticas al lenguaje inclusivo son muchas y muy variadas. Algunas de ellas son
ideológicas: quienes consideran que las personas sólo pueden ser “varones” o
“mujeres” y que no puede haber ninguna otra alternativa se oponen a cualquier
iniciativa que contradiga el género binario. Otras también son ideológicas,
pero acerca del lenguaje: se afirma que la lengua no debe cambiar y que
cualquier innovación que vaya contra la tradición lingüística debe ser
combatida.

Un
tercer grupo de críticas es de orden lingüístico: aceptando que la visión
binaria del género social (o sexual) puede ser discriminatoria, no es necesario
proponer un cambio gramatical tan radical para combatirla. Esto se debe, en primer
lugar, a que el género gramatical está presente en todo el sistema lingüístico
y esto vuelve muy difícil y poco práctico un cambio que impactaría en el uso
cotidiano, sobre todo oral: una frase como “les alumnes que llegaron temprano
están cansades” puede ser un desafío a la memoria del que la pronuncia. Por
otra parte, el español tiene recursos para evitar el lenguaje sexista: el
empleo de sustantivos colectivos (“el estudiantado” en vez de “los y las
estudiantes” o “les estudiantes”), sustantivos epicenos (sobre todo “persona”,
como en “las personas vinieron” en vez de “los asistentes”), etc.

Esto
significa que la gramática no es determinante de la visión del mundo, porque
depende también de la manera en que las personas la usen en el discurso.

 

¿Y entonces? Algunas ideas para el lugar de trabajo

Como
ves, hay argumentos a favor y en contra, y esa posición depende, en definitiva,
de cada persona. Más allá de tu propia opinión, es posible pensar algunas
estrategias para la comunicación institucional que sean lo más inclusivas
posible:

– Siempre que sea posible, usemos formas genéricamente
neutras. La lengua tiene muchos recursos para lograrlo y se evitan malos
entendidos.

– Es importante evitar los “purismos”, es decir, la
idea de que existe una única manera apropiada de hablar o escribir y que todo
lo que se aleje de esa norma es un error. No olvidemos que la manera en que
hablamos es fruto de nuestra propia biografía y eso hace que nos cueste mucho
hacerlo de otra manera.

Usemos formas no estereotipadas
de género: en el campo de la salud, evitemos que todos los médicos sean varones
y todas las enfermeras sean mujeres; en el campo del deporte, no pongamos sólo
futbolistas masculinos y gimnastas femeninas.

– Habilitemos espacios para la discusión de las formas
de comunicación y su impacto en las personas. Muchas veces resulta raro o
incluso inadecuado usar formas más “inclusivas” de lenguaje, y las personas no
se sienten discriminadas por el uso de las convenciones ya establecidas.

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