Rebrote del sarampión y los movimientos antivacunas: mitos y peligros

Como consecuencia del movimiento
antivacunas, los países desarrollados vuelven a sufrir enfermedades que se
consideraban erradicadas, como el sarampión. Te contamos la verdad sobre las
vacunas y por qué son tan importantes para la salud de todos y todas.

 

¿Las vacunas pueden causar autismo? La respuesta es muy simple: no.

Sin embargo, desde hace veinte
años existe un movimiento, cada vez más extendido, que sostiene lo contrario y
provoca que cada año haya más niños y niñas que no reciben vacunas contra
enfermedades que ya creíamos erradicadas, como el sarampión.

Todo empezó con un error. Un artículo publicado en 1998 en la revista The Lancet
afirmaba que el contenido de mercurio de la vacuna Triple Viral podía ocasionar
autismo en quienes las recibían. Después de su publicación, el trabajo fue
duramente criticado por los errores metodológicos que presentaba, al punto tal
que la revista tuvo que retractarse, diciendo que el artículo era erróneo y que
su autor principal, el británico Andrew Wakefield, había seleccionado los casos
para perjudicar a los laboratorios que producían las vacunas, financiado por
una asociación de padres que estaban en juicio contra esos laboratorios. El
escándalo fue tal, que Wakefield perdió su licencia como médico y no volvió a
investigar en centros universitarios serios.

Sin embargo, el daño ya estaba
hecho. Desde el año 2008 aumenta consistentemente el número de casos de
sarampión en países desarrollados, una enfermedad que se consideraba ya
erradicada debido a la alta tasa de vacunación. Esto se debe a las campañas de
movimientos “antivacunas” que, levantando el artículo erróneo de Wakefield,
creen estar salvando a sus hijos cuando, en verdad, están promoviendo un
peligro epidemiológico para toda la población.

 

¿Cuál es el porcentaje óptimo de vacunación?

En efecto, la vacuna no sólo
sirve para evitar que nuestros hijos se contagien, sino que además impide que
la enfermedad afecte al resto de la población. Esto se llama “cobertura
vacunal”, es decir, el porcentaje de niños vacunados sobre el total de niños.
Al aumentar la cobertura, la enfermedad no puede diseminarse, porque las
personas enfermas están en contacto con personas inmunizadas, impidiendo de
este modo que llegue a otras personas que no han recibido la vacunación. Esto
se llama inmunización de rebaño y, según la Organización Mundial para la
Salud, debe alcanzar el 95% para lograr detener
definitivamente la enfermedad.

Tradicionalmente, los países de
bajos recursos tenían una tasa de vacunación contra el sarampión del 85%
promedio, contra una tasa del 95% en países desarrollados. Esto se debía a la
imposibilidad económica o social de acceder a la vacuna.

El movimiento antivacunas
promueve, en cambio, un rechazo voluntario: los padres no vacunan a sus hijos
porque no quieren, no porque no pueden. Por este motivo es que aumentan año a
año los casos de sarampión en países del primer mundo, como los Estados Unidos.

 

El sarampión en Estados Unidos

En Estados Unidos, la enfermedad
se consideró erradicada en el año 2000. Sin embargo, para mantener este
carácter es necesaria la inmunización de rebaño que hace que, aunque llegara
una persona enferma, no pueda contagiar a otras. En lo que va de 2019, se han
registrado 839 casos, la cifra más alta de las últimas
décadas, debido a la acción de los movimientos antivacunas y la decisión de los
padres de no vacunar a sus hijos.

Los gobiernos locales están
empezando a tomar medidas para revertir este proceso. El Estado de Nueva York,
en el que hubo 66 casos este año, amenaza con 
imponer multas de U$S 1000 a los padres que no vacunen a sus hijos.

Pero las multas no son
suficientes: es necesario difundir información correcta y científicamente
fundada, que nos ayude a todos a tomar las mejores decisiones para nuestras
familias y el resto de la sociedad.


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