La fiebre amarilla en Buenos Aires y el día del médico

En el aniversario de la temible epidemia de fiebre amarilla de 1871,
te contamos cómo se desarrolló y se descubrieron sus causas.

 

El 27 de enero de 1871 se diagnosticaron oficialmente los primeros
tres casos de la epidemia más grande de fiebre amarilla que vio la Ciudad de
Buenos Aires, diagnosticados por el Dr. Juan Antonio Argerich en dos
conventillos de San Telmo. Las autoridades sanitarias municipales, sin embargo,
se negaron a informar a la población que se trataba de esta enfermedad, y los
casos comenzaron a multiplicarse: 300 en febrero y más de 200 muertes diarias
hacia finales del mes de marzo. Fue en este mes cuando la enfermedad alcanzó a
los barrios más aristocráticos de la ciudad y un tercio de la población decidió
abandonarla. Poco después, el puerto fue declarado en cuarentena y las
provincias prohibieron el ingreso y egreso de personas y mercaderías. El
entonces presidente de la nación, Domingo F. Sarmiento,  abandonó la Capital Federal en un tren
especial, acompañado por 70 funcionarios, e instaló el gobierno en la ciudad de
Mercedes.

               

Los médicos no sabían qué causaba la enfermedad. Se pensó que era el
hacinamiento, y entonces echaron a los habitantes de los conventillos a la
calle. Se creyó luego que era la suciedad, y se quemaron sus pertenencias. Se
pensó que era un defecto del aire: vapores enfermizos del Riachuelo, o “falta
de ozono” en el oxígeno. Lo que no sabían era que el vector de transmisión de
la enfermedad era un mosquito, el aedes aegypti, el mismo que transmite
el dengue.

               

Frente a la falta de respuesta de las autoridades, muchas de las
cuales habían abandonado la ciudad, se conformó una Comisión Popular de Salud
Pública que se encargó de la administración de cuidados, la internación en
hospitales, la creación de otros nuevos y la disposición de las personas que
habían muerto por la enfermedad. Médicos, religiosas y sacerdotes fueron los
grandes protagonistas de esos meses dramáticos en los que perdieron la vida
alrededor de 14.000 hasta que, en junio de 1871, se declaró que la epidemia
había llegado a su fin.

 

 

El día del mosquito… es decir, del
médico

 

Recién en 1881 el médico cubano Carlos Juan Finlay llegaría a la
conclusión de que la fiebre amarilla no se transmitía por las condiciones de
higiene, del aire ni del agua, sino por la acción de un mosquito, el Aedes
Aegypti
que tantos dolores de cabeza trae hasta el día de hoy. Su teoría no
dio ningún fruto en el momento; al contrario, sus colegas se burlaron de su
idea.

 

Sin embargo, Finlay continuó realizando observaciones y experimentos
durante 20 años, hasta que finalmente su hipótesis fue aceptada por la
comunidad científica mundial. Años después de su muerte, ocurrida en 1915, la
Confederación Médica Panamericana estableció que el 3 de diciembre, fecha de su
nacimiento, sería conmemorado en toda América como el Día del Médico.

¿Y qué pasó con la fiebre amarilla? En 1937, el científico
norteamericano Max Theiler descubrió la vacuna contra la enfermedad gracias al
financiamiento de la fundación Rockefeller, y es la misma vacuna que se aplica
en la actualidad. Cada año se registran 200.000 casos en todo el mundo, el 15%
de los cuales pueden agravarse hasta una situación crítica. Es por ese motivo
que deben vacunarse quienes vayan a visitar alguna zona de riesgo de contagio, como sucedió en Brasil a comienzos del
año pasado.



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